La semana pasada, a raíz de una encuesta del CIS, salía un titular que decía: «el 44% de los hombres opina que la igualdad ha ido demasiado lejos».
Así, sin más. Demasiado lejos. Eso opinan.
A ver, 44% de señoros. Un poquito de mates igual no os viene mal.
Igual es igual. Es un término discreto, no continuo. No se puede ser más o menos igual. O se es igual o no se es.
Dos cosas, o son iguales o no lo son. Lo otro es ser parecidos. Y ser parecidos no es ser iguales.
Que quizá es ahí donde esta el problema. En que les apetece que seamos parecidos, pero no iguales.
Vamos, que nos creamos iguales pero que en el fondo no lo seamos. Que en la ley ponga que somos iguales pero que, a la hora de la verdad, su mujer les tenga hecha la cena. O que seamos iguales en poder trabajar fuera de casa pero que sigamos estando en los prostíbulos para cuando a ellos les apetezca.
Porque ese 44% es sospechosamente parecido al 40% de hombres puteros.
Tengo otro porcentaje que se parece también. Va sobre mujeres esta vez. El 44% de mujeres ha sufrido violencia sexual. (Curiosamente parecidos, ¿eh? Pero jodidamente no iguales)
Pero vamos, que volviendo a lo de ser iguales. Que lo que quieren decir es que no quieren que seamos iguales. Sí parecidos.
Parecidos, como para que parezcamos iguales y no podamos quejarnos, pero diferentes para que ellos sigan manteniendo sus privilegios.
Quizá en el futuro tiene que haber otro titular: «el 44% de hombres son iguales. Iguales a una mierda».
