ACTIVISMO E INCIDENCIA POLÍTICA

“Pero… ¿vosotras no seréis de esas feministas de ahora que se dedican a romper cosas y a gritar en la calle? A mi es que me gustan más las feministas de antes, que no protestaban de malas formas”.

¿Cuántas veces has escuchado esta frase? Pues bien, esta idea está bastante alejada de la realidad. El movimiento feminista se caracterizó, desde el principio, por su marcado espíritu de lucha y desobediencia a la lógica patriarcal. De hecho, las sufragistas inglesas sorprendentes métodos de “acción directa” lograron modernizar las formas de protesta y, con ellos, remover símbolos culturales profundamente instalados en el imaginario colectivo.

Y es que, según la lógica patriarcal, las mujeres hemos sido socializadas en no ocupar el espacio público, en permanecer calladas, en no quejarse demasiado y en no alzar la voz más de lo debido. Romper con esa idea de que las mujeres nos mantenemos en un rol pasivo en la sociedad es urgente, porque nosotras también tenemos derecho a salir a la calle, a volvernos grito y a exigir que nuestras reivindicaciones sean atendidas.

Por este motivo, desde la Asociación Mujeres Siemprevivas creemos que es fundamental reclamar nuestro legítimo derecho a la protesta, que es imprescindible que estemos en las calles, que nuestras peticiones se oigan, que no nos quedemos en la inacción. La era de la tecnología y de los medios de comunicación ha llegado para cambiarlo todo: también nuestras formas de protesta ciudadana. Si bien la virtualidad ha venido para quedarse y tiene indiscutibles partes positivas, sentimos que es importante retomar las reivindicaciones en la calle, para poder llegar a todas los rincones de nuestras ciudades y pueblos.

Pero, además de tener presencia en las calles, también queremos estar en las instituciones. A las mujeres nos ha costado mucho adquirir el título de ciudadanas, y en muchísimas partes del mundo aún siguen sin ser consideradas como tal. Por este motivo, nuestro compromiso con las que lucharon por nuestros derechos y con las que aún siguen en esa lucha, es elevar nuestras vindicaciones a las instituciones. Que nuestras propuestas sean escuchadas por quienes tienen en su mano el diseño, la formulación y la construcción de las políticas públicas. Para que las mujeres y las niñas nunca más volvamos a ser relegadas a un segundo plano.

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