MANIFIESTO 23S 2025: Día Internacional contra la Trata con Fines de Explotación Sexual

Hoy, 23 de septiembre, hemos realizado esta convocatoria las siguientes organizaciones: UGT Guadalajara, AIKE Guadalajara, CCOO Guadalajara,, IU Guadalajara, PCE Guadalajara y la Asociación Mujeres Siemprevivas para reivindicar la lucha contra la Trata con Fines de Explotación Sexual.

Hoy, 23 de septiembre, nos hemos convocado aquí para dar un golpe en la mesa contra el eslogan hipócrita, contra quienes afirman que este país ya es un territorio igualitario, que se ha avanzado mucho.

Para analizar la Trata con Fines de Explotación sexual y la prostitución, los datos son importantes. El 95% de las víctimas son mujeres y niñas. Más de 40 millones de mujeres y niñas son explotadas sexualmente a nivel mundial. España es el primer país en consumo de prostitución en la Unión Europea. El primero. Y es el tercero a nivel mundial, por detrás de Tailandia y de Puerto Rico. Países, por cierto, que se caracterizan por la afluencia diaria de puteros del norte global que se trasladan hasta allí buscando cumplir sus más perversas fantasías misóginas y racistas.

Según los datos oficiales, en este país se contabilizan más de 1.600 prostíbulos. Datos que solo tienen en cuenta estos espacios de prostitución. Los de las luces de neón. Los que reconocemos todos y todas, por más que nos empeñemos en mirar hacia otro lado. Fuera del análisis quedan el resto de escenarios del sistema prostitucional: la prostitución en la calle, los miles de pisos de prostitución, la prostitución virtual, el negocio de los webcammers, la plataforma OnlyFans o la pornografía.

¿Podemos hablar de igualdad en un país con miles de esclavas sexuales en todos y cada uno de los rincones de nuestras ciudades?

En este país, de eslogan igualitario, de bancos y contenedores pintados de morado, se calcula que hay más de 300.000 mujeres y niñas en prostíbulos, en las calles y en los miles de pisos repartidos por todas las ciudades. Mujeres y niñas como nosotras, que también merecen vivir una vida digna y libre de violencia.

En este país, de eslogan igualitario, de bancos y contenedores pintados de morado, hay cientos de parques, como el de La Concordia, aquí al ladito, en el que los hombres malos acuden a buscar mujeres a las que poder humillar, insultar, escupir y violar a cambio de 20€.

En este país, de eslogan igualitario, de bancos y contenedores pintados de morado, hay cientos de puteros que comparten sus opiniones sobre las mujeres prostituidas en foros, que tal vez hoy aquí te haya costado leer, pero que es imprescindible visibilizar.

En este país, de eslogan igualitario, de bancos y contenedores pintados de morado, un hombre puede llegar a la parada de taxis de cualquier ciudad y después de preguntarle al taxista: “Oye, ¿dónde están aquí las chicas?”, acabar con facilidad y absoluta impunidad abusando de una mujer.

Porque el asunto de la prostutición no va de sexo. Va de poder.

Porque los hombres que acuden a los espacios de prostitución hacen uso de su poder para hacer con las mujeres prostituidas lo que no pueden hacer con las mujeres fuera.

Y es que parece que mientras fuera de los espacios de prostitución se va rompiendo poco a poco con la idea de que las mujeres tenemos que estar sexualmente disponibles para los hombres, dentro de los espacios de prostitución estos límites se difuminan y estos escenarios parecen configurarse como los escenarios perfectos donde los hombres pueden trasgredir todas las barreras, sin importar más que su poder y su dinero.

Parece que, cuando hablamos de prostitución, surgen muchas dudas y parece que todo lo que parecía muy sencillo de entender, de repente se convierte en “un debate demasiado complejo en el que hay muchas opiniones y muchas posiciones diferentes”, como dicen quienes no parecen tener disposición a poner el foco del debate donde hay que ponerlo. Y aparecen las excusas y las preguntas equivocadas.

Y es que, desde hace demasiados años, el debate en torno a la prostitución y a la trata con fines de explotación sexual ha estado girando en torno a las preguntas incorrectas:

“¿Cómo podemos distinguir la trata de la prostitución? ¿Cuál es el porcentaje de mujeres que son víctimas de trata con fines de explotación sexual? ¿Cuál es el porcentaje de mujeres que ejercen la prostitución de forma libre y voluntaria? ¿Existe la prostitución libre y voluntaria? ¿Cómo podemos identificar a una mujer víctima de trata?”

Todas estas preguntas centran el análisis en ellas: en las mujeres prostituidas. Debatimos sobre su consentimiento, sobre su capacidad o no de libre elección, sobre su situación de vulnerabilidad o no, sobre por qué hacen lo que hacen, sobre por qué no dejan de hacerlo, sobre por qué no denuncian, sobre qué habría que hacer para proteger a unas y para respetar la supuesta libre decisión de las otras…

Pareciera que el debate se centra tal vez de forma deliberada y perversa en ellas, como si ellas encarnasen todo el entramado del sistema prostitucional. Como si ellas fueran las únicas protagonistas. Sin embargo en el sistema prostitucional intervienen otros agentes imprescindibles para su propia existencia: los proxenetas, los Estados prostituyentes y los grandes invisibles en el debate: los puteros.

Cuatro de cada diez hombres en España reconocen haber pagado por violar a mujeres en los prostíbulos. Cuatro de cada diez. Y de los otros seis, tal vez hay alguno más, que no se atreve a reconocerlo.

Sin embargo, nadie habla de ellos. Nadie les conoce. Nadie se relaciona con ellos. Nadie sabe quiénes son. Parece que fueran invisibles. O que fueran solo una excepción.

Cuatro de cada diez hombres en España reconocen ser puteros. Y el resto, callan.

La cultura putera y el sistema prostitucional se sostienen gracias a los que callan. A los que guardan un silencio mudo que nos cala hasta las entrañas. Se sostienen gracias a la broma, a la frase hecha, al “como puta por rastrojo”, al “aquí o follamos todos o la puta al río”. Se sostienen gracias a la pasividad de quienes deciden no señalar a los puteros de su entorno, al “yo es que paso de discutir con él” o al “ya sabemos como es este hombre..”.

La cultura putera y el sistema prostitucional se sostienen gracias a la indiferencia de quienes deciden mirar hacia otro lado porque creen que este asunto no les afecta. Al “cada uno y cada una que haga lo que quiera con su vida” o al “yo en eso no me meto porque no va conmigo”.

Pues bien: la existencia de la prostitución va contigo, va conmigo. Va con todos y va con todas. El hecho de que en todos los lugares del mundo esté normalizada la idea de que existen espacios en los que un hombre puede llegar y pagar por explotar sexualmente a una mujer no sólo afecta a las mujeres y las niñas que están siendo directamente explotadas. Nos afecta a todas las mujeres del mundo como clase sexual. Nos afecta a todas, en tanto que legitima la idea de que las mujeres estamos al servicio sexual de los varones. Todas. Nos afecta porque refuerza la desigualdad sexual.

Quizá debamos dejar de preguntarnos acerca de la libertad o no que tenemos las mujeres en relación a la prostitución y empezar a preguntarnos, como sociedad, por qué los hombres tienen la libertad de acceder a los cuerpos de las mujeres y las niñas.

Quizá sea el momento de empezar a hacernos las preguntas correctas:

“¿Por qué existe la prostitución? ¿Por qué los hombres tienen el derecho socialmente legitimado de acceder a los cuerpos de las mujeres? ¿Por qué todo el debate en torno al consentimiento sexual se anula cuando hay un billete de por medio? ¿Por qué todo el debate en torno a la importancia del deseo en las relaciones sexuales se anula cuando hablamos de la prostitución? ¿Por qué nadie duda en señalar al violador pero nadie señala al putero? ¿Cómo es posible que cualquier hombre en cualquier ciudad del mundo tenga la inquietante facilidad de acceder al cuerpo de una mujer o de una niña? ¿Imaginamos a un putero preguntando a una mujer en un prostíbulo para asegurarse si es víctima de trata antes de pagar por violentarla? ¿Acaso los puteros diferencian entre trata y prostitución? ¿Por qué nos enredamos nosotras en estos debates que siguen invisibilizando a los principales responsables de que exista el sistema prostitucional y, por ende, la trata?”

Contaba Beatriz Gimeno en una entrevista que hace años, en este país, se llegó al consenso social de que no podía consentirse que hubieran personas con discapacidad en los circos porque eso atentaba contra sus derechos y contra su dignidad.

No hubo debate.

Nadie dijo que “tal vez lo hacían porque querían”. Todo el mundo fue tomando conciencia y entendiendo que humillar a las personas con discapacidad en los circos nos hacía peores. Que simplemente estaba mal. Que nos convertía en una sociedad enferma.

No hubo debate.

Y entonces, haciendo la misma similitud, ¿en qué tipo de sociedad nos convierte el hecho de que hayamos normalizado que existan esclavas sexuales en nuestras ciudades? ¿Acaso las mujeres no merecen que sus derechos y su dignidad sean, de la misma forma, respetados?

¿Por qué tanto debate?

Hoy, día 23 de Septiembre, salimos a las calles con los siguientes objetivos:

  • Reivindicar que la lucha contra la trata con fines de explotación sexual pasa de forma indiscutible por luchar contra el sistema prostitucional, entendiendo este como una de las estructuras patriarcales más antiguas para legitimar la dominación masculina.
  • Poner el foco en la demanda (los puteros) por ser quienes sostienen el sistema prostitucional y, por lo tanto, los principales responsables de la existencia de la Trata con Fines de Explotación Sexual. Todos los hombres, sin excepción, cuentan con el derecho socialmente aceptado de poder acceder sexualmente a los cuerpos de las mujeres y las niñas a través del sistema prostitucional. Aunque no todos los hombres, evidente y afortunadamente sean puteros, todos sin excepción cuentan con ese privilegio , independientemente de que hagan o no uso del mismo.
  • Exigir que los hombres que de verdad están comprometidos con la igualdad rompan el muro de silencio que tolera y perpetúa la prostitución como institución de socialización masculina. No es suficiente la renuncia a este privilegio a nivel personal, todos son también responsables cuando con el silencio y la pasividad toleran en sus entornos familiares, sociales y profesionales, la reproducción de los privilegios y la desigualdad.
  • Exigir la desnaturalización de la existencia de la prostitución por parte de la sociedad: no es normal que millones de mujeres y niñas en el mundo, en nuestro país y en nuestras ciudades sean esclavizadas. No es el oficio más antiguo del mundo y su existencia no es inevitable: es fundamental dejar de normalizar la existencia de la prostitución. La existencia y la normalización del sistema prostitucional nos convierte en peores sociedades en las que jamás se podrá hablar de igualdad real ni efectiva.
  • Exigir que se inviertan recursos en la prevención de la trata con fines de explotación sexual. Se calcula que más de 300.000 mujeres son prostituidas en este país, de las cuales más del 90% son mujeres extranjeras que jamás habían sido prostituidas en sus países de orígen y de las cuales más del 40% se encuentran en situación administrativa irregular. Resulta imprescindible exigir políticas que trabajen para prevenir que las mujeres más vulnerables de la sociedad acaben en el mercado criminal del sistema prostitucional como única opción posible para poder sobrevivir.
  • Exigir que se persiga a los proxenetas, a quienes se lucran económicamente, con el dinero de los puteros, de la explotación sexual de mujeres y niñas.
  • Exigir que se diseñen y se pongan en marcha alternativas reales para que las mujeres prostituidas puedan salir del sistema prostitucional garantizando su protección y su seguridad y ofreciendo posibilidades reales de inserción sociolaboral.

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